Personal Experience: JIM PENTON (Spanish)

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Mi Dramático Quiebre con los Testigos

por James Penton

Como Testigo de Jehová de cuarta generación, nunca me incomodó el jimdiferir con la Sociedad Watchtower cuando sus enseñanzas no armonizaban con la Biblia o el sentido común. Mi abuelo paterno, George Penton, era un médico a quien le irritaban enormemente los ataques de la revista Edad de Oro contra la vacunación, mientras que mi abuela paterna, Margaret Penton, se negaba a cortar su asociación con muchos quienes dejaron a los Testigos durante los años 1920s y 30s. Antes de morir en 1964, le dijo tranquilamente a mi esposa que no creía que la resurrección de los miembros durmientes de la novia de Cristo hubiera ocurrido en 1918. De manera que siempre hubo una actitud de “pensamiento libre” en la familia Penton la cual J. F. Rutherford y los líderes de la Watchtower habrían considerado como apostasía de haber nosotros hablado abiertamente de ella. Sin lugar a dudas fue debido a ello que me tomé la libertad de asistir a la Universidad de Arizona a principios de los años 50s y a la Universidad de Iowa a finales de la misma década. En última instancia obtuve un doctorado.

¿Por qué, entonces, seguí siendo Testigo hasta 1980? Creo que fue debido a que experimenté el veto de los Testigos de Jehová en Canadá de niño durante la Segunda Guerra Mundial y había observado su lucha por la libertad de predicar abiertamente en Quebec después de la guerra. Siempre he sido un libertario civil, y admiraba en gran manera a abogados Testigos como Hayden Covington y Glen How por sus éxitos ante las Supremas Cortes de Estados Unidos y Canadá al ensanchar los derechos de libertad de expresión y de prensa. Por esa razón publiqué mi primer libro titulado Jehovah’s Witnesses in Canada: Champions of Freedom of Speech and Worship (Los Testigos de Jehová en Canadá: Campeones de la Libertad de Expresión y de Culto) el cual trataba casi enteramente de la persecución de los Estudiantes de la Biblia-Testigos abarcando desde la Primera Guerra Mundial hasta principios de los 70s y de sus logros en obtener mayores libertades para ellos y todos los canadienses.

Aun así, estaba algo insatisfecho con las enseñanzas de los Testigos desde los años 60s incluso. Me disgustaba la aseveración de Fred Franz de que el año 1975 probablemente marcaría el fin del actual mundo y el comienzo del milenio. Después de todo, estaba consciente de las profecías fallidas de la Watchtower respecto a 1914 y 1925. Pero dije poco acerca del asunto y seguí siendo Testigo. Con la creación del Cuerpo Gobernante en 1971, la renovación del sistema de ancianos y el mayor énfasis que se le dio al pastoreo en 1972, sentí que la comunidad de los Testigos podría convertirse en algo menos autoritativo y más positivo. Sin embargo, en unos pocos años me desengañé de esa ingenua esperanza. Luego de la proliferación de los Testigos de Jehová en Canadá, algunas personas empezaron a contactarme en referencia a la inclemencia practicada por la sociedad en contra de cualquiera que alzara la voz contra los abusos de la organización. Destacaban entre dichas personas Richard Rawe y Jerry Bergman. Después recibí una copia mecanografiada del libro The Gentile Times Reconsidered (Los Tiempos de Los Gentiles Reconsiderados) de Carl Olof Jonnson, lo leí y me convencí rápidamente que la doctrina de 1914 de la sociedad era una farsa.

Mientras esto sucedía, la cuasi-profecía de 1975 de la sociedad falló, muchos miles abandonaron a los Testigos de Jehová, y, en su desesperación, el Cuerpo Gobernante retrocedió el reloj. Se les otorgó más poder a los superintendentes de circuito y distrito, y se le dio de nuevo un mayor énfasis a la labor de predicar; sencillamente debía incrementarse el número de publicadores para reemplazar a aquellos que se habían ido. Recuerdo vívidamente cuando era un anciano de Lethbridge, Alberta y tuve que recorrer cien millas con otros ancianos en un frío día de invierno para escuchar a un representarte de la sucursal canadiense decirnos que debíamos predicar incluso si no teníamos amor. Y al objetar en base a 1 Corintios 13, algunos de mis compañeros ancianos me miraron con recelo. Era evidente que creían que lo que la sociedad dijera era más veraz que lo que la Biblia enseñara. Pocos días después recibí la visita de varios de esos ancianos quienes exigieron saber si creía que la sociedad era la organización del Señor y que no se le debía cuestionar. Respondí que lo creía siempre y cuando ésta armonizara con las Escrituras.

Al tiempo que eso acontecía mi hijo mayor David era demonizado por el superintendente de circuito. A pesar de haber sido precursor en Quebec, instalado el sistema eléctrico para las asambleas de circuito y tenido que trabajar de noche para mantener a su familia, su “pecado” era que estaba asistiendo a la universidad. De modo que el superintendente de circuito se inventó un problema por su supuesta falta de tiempo predicando a pesar de que había reportado más tiempo en la obra de casa en casa que varios ancianos. Como resultado él y su esposa eventualmente dejaron la organización. Mientras esto ocurría, comencé a sentir la animosidad del superintendente de circuito. En algunas ocasiones había mencionado abiertamente que más personas se volvían Testigos a través del testimonio incidental que a través de la obra de casa en casa, lo cual enfureció a algunos precursores locales quienes a su vez presionaron al superintendente de circuito para que me silenciara.

Pero lo que al fin causó un ataque abierto contra mí tuvo lugar después de que visitara Brooklyn en el verano de 1979. Me impactó mucho la naturaleza senil de algunos miembros del Cuerpo Gobernante, conocí a algunos de los trabajadores quienes estaban absolutamente asqueados por el comportamiento de dicho concilio y me sorprendió la Atalaya del 15 de Julio de ese año. Pues en uno de los artículos de estudio-evidentemente escrito por Lloyd Barry, miembro del Cuerpo Gobernante-se encontraba una declaración sobre Hechos 20:20 que malinterpretaba una cita localizada en el manual organizativo de la sociedad de 1971 al modificar una porción de ella que mostraba que la expresión “de casa en casa” habría sido mejor traducida como “en las varias casas.” En otras palabras, la sociedad había reconocido que el Apóstol Pablo no iba de puerta en puerta para atraer a nuevos conversos, él enseñaba en las varias casas de aquellos que ya eran creyentes o prospectos creyentes. Esto me molestó tanto que al regresar a casa, le escribí una carta al Cuerpo Gobernante en la que criticaba a sus miembros por haber resaltado 1975 y por su deshonestidad al promover la obra de predicar. Mi carta fue publicada más tarde en el libro de James Beverley “Crisis of Allegiance” (Crisis de Lealtad) el cual detalla mi eventual quiebre con los Testigos así como el de muchos otros Testigos de Lethbridge.

El resultado de esta carta fue que, al enterarse de su existencia, algunos de mis compañeros ancianos, aparentemente actuando bajo instrucciones de los superintendentes de circuito y distrito y quizás hasta de Brooklyn mismo, decidieron removerme como anciano. Lograron esto mediante solicitar cartas de miembros de varias congregaciones en las que se me criticaba por varias cosas pero principalmente por estar en contra de la obra de predicar. Lo que resultó particularmente sucio de esto fue que varios de mis “amorosos compañeros ancianos” esperaron a hacer esto a mis espaldas en Diciembre de 1979 justo antes de prepararme para ir a Toronto en ausencia académica de la Universidad de Lethbridge.

Primero renuncié como anciano, pero cuando una hermana me reveló cómo había salido mi carta a la luz, me resolví a tomar partido. De forma que retiré mi renuncia y me reuní con el entero cuerpo de ancianos. Cuando se llamó a un voto el superintendente de circuito y cuatro ancianos votaron para removerme, pero otros tres no estuvieron dispuestos a colaborar y renunciaron como protesta. Rápidamente las tres congregaciones de Lethbridge se dividieron y casi la mitad de los miembros de mi congregación se negaban a comentar en las reuniones. Naturalmente, partí en ausencia académica con el corazón roto.

A principios de primavera regresé de Toronto a Lethbridge para encarar a un comité de la Watchtower especialmente asignado para resolver los asuntos ahí. Eventualmente, dicho comité decidió que yo no era culpable de herejía alguna. Pero no hizo nada para censurar al superintendente de circuito que había proclamado en una reunión la existencia de un movimiento apóstata local y que luego admitió que estaba pensando en mí y los otros tres ancianos que me habían apoyado. Pero lo más extraño fue que el comité dejó la cuestión de decidir si debía continuar siendo anciano a criterio de él y de los ancianos locales. De forma que cuando me enteré que de nueva cuenta iba a ser removido del puesto sin ninguna buena razón, mi último fragmento de fe en la jerarquía de la Watchtower se extinguió. Por supuesto, estoy seguro que habría dejado el movimiento en poco tiempo de todas formas debido a que había llegado a pensar que este enseñaba doctrinas falsas a pesar de mis quejas y las de otros.

Poco después yo y algunos otros comenzamos a reunirnos en mi hogar para estudiar y orar, y dentro de poco alrededor de 83 personas, incluyendo un pequeño número de niños, dejaron el salón del reino y se nos unieron en comunión. Estando extremadamente amargado por lo sucedido, decidí tomar acción legal pero lo abandoné al darme cuenta de lo costoso que resultaba y de lo duro que se volvía para mí y mi esposa.

Naturalmente, la sucursal de la Watchtower de Toronto fue tomada por sorpresa y eventualmente decidió expulsarme por “iniciar una secta.” Pero al hacerlo, sufrió vergüenza de un extremo de Canadá al otro. No asistí a la llamada audiencia judicial, pero muchos de mis partidarios sí. Sin embargo, luego de que mi hijo David entregara una carta mía indicando que no tenía intención de comparecer ante un “comité judicial,” mis partidarios se fueron. Mientras tanto, movido por un reporte de Richard Rawe, un fotógrafo de la revista Alberta Report apareció afuera del salón del reino en el que el comité judicial y muchos Testigos leales se encontraban. A pesar de que algunos de los Testigos intentaron obligarlo a apartarse del frente del salón, él esperó en la acera pública fuera de este. Al cabo de varias horas, David y algunos otros regresaron para ver si la reunión del comité judicial había terminado. En ese momento, los Testigos se precipitaron fuera del salón, y el superintendente de ciudad empezó a perseguir al fotógrafo mientras le gritaba a todo pulmón. Entonces David reclamó que los Testigos debían dejar al fotógrafo en paz puesto que este se encontraba dentro de sus derechos legales. En ese momento un hombre mayor golpeó a David, quien le contestó con un golpe a la cara. El hombre fue llevado al hospital presentando un pómulo roto, y los Testigos intentaron levantar cargos contra David. Pero la policía se negó a escuchar el asunto dado que el atacante de David había admitido haber dado el primer golpe.

Lo que siguió fueron artículos que aparecieron en periódicos importantes por todo Canadá, en la revista Alberta Report y en la Maclean’s al tiempo que historias sobre mi expulsión se repetían en la radio y la televisión. Para los Testigos me convertí en el apóstata número uno de Canadá, pero desde un punto de vista publicitario, la Sociedad Watchtower y los Testigos locales de Alberta terminaron con un enorme ojo morado a causa de su cacería de herejes.

One thought on “Personal Experience: JIM PENTON (Spanish)”

  1. Thank you for your testimony.
    You are a true pioneer. Being an Apostate in this days is funny and joyful.
    We say “Welcome out of the cult” to thousands that leave the Watchtower lies every week.
    It is a pleasure to read you.
    I hope you can have Apocalypse Delayed in electronic format soon.
    Best regards

    miker

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